Y de un susurro mental, apareció un texto con mensaje implícito.

Cuando las páginas pasan, un libro se da cuenta de que es útil pero mientras permanece en la repisa de un armario…el libro sufre su soledad. Al libro le invade la tristeza pensando que nadie se ha dado cuenta de su existencia, y que pueden seguir pasando días y días hasta que fruto de la casualidad unos ojos le miren.
Es posible que incluso después de haberse dado todas las conjeturas posibles para que unos ojos miren en la dirección adecuada, nadie de cuenta de ese libro que quiere ser ojeado, que quiere ser valorado, porque en su interior contiene una bonita historia, algo muy valioso, la esencia de la vida al completo, el porqué de Todo y la respuesta a cualquier pregunta existencial.
La tristeza envuelve al libro y por muy valioso que sea su interior, ese lamento le hace dudar hasta de su propia dimensión. Termina queriendo ser, incluso, algo mucho más insignificante pero que si llama la atención de quien mora la habitación.
«Para que quiero ser El Libro de la Vida, El Libro de las Respuestas, La Clave Secreta para descubrir lo que todo el mundo quiere saber, si no consigo hacerme ver, si los que me rodean están hipnotizados con el mando a distancia del televisor»
El libro llora, chilla, grita, lamenta, silva, canta bellas melodías, pero no consigue hacerlo en la frecuencia adecuada porque sólo le terminan escuchando los demás libros y no las personas que merodean el hogar.
Es agónica esta situación pero…¿Qué queda por hacer?
Es sencillo, date cuenta que todas las respuestas a tus preguntas están frente a tí todos los días pero tu fijas tu mirada en objetos cotidianos que no van a ofrecerte luz, «deja de mirar ahí…»

Sin Valorar

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