Malos momentos

Malos momentos… ¡Buenas lecciones!

¡Muy buenas!

¡Qué bien que nos encontremos por aquí!

¡Muchas gracias por la visita!

Ha pasado largo tiempo desde la última entrada…

¡Demasiado!

Últimamente ando escasa de tiempo libre, y no soy capaz de sacar el tiempo suficiente para escribir algo decente en el blog.

Esta nueva entrada hace referencia a una experiencia vivida meses atrás, y de la que estoy aprendiendo mucho.

Quizá, podría decir que el año pasado, el 2018, fue tremendo para mí. Tuvo sus momentos memorables y positivos, cómo la compra de mi nueva casa, en la que me siento en la gloria; pero también tuvo una innumerable colección de situaciones desagradables, que me llevaron a sentirme, por momentos, tremendamente infeliz.

Una vez superado, tengo que decir que de todo lo vivido estoy sacando muchas lecciones de vida. Algunas de ellas me parece que ya las he aprendido, y otras estoy en ello todavía.

Me apetece dejar constancia en el blog para que me sirva de recordatorio.

Así puedo utilizarlo en caso de volver a pasar por situaciones parecidas, o quizá le pueda ser útil a alguna persona que me lea.

Sinceramente, si tengo que buscar el origen de todos los males vividos, la raíz se encontraría en mí misma.

En aquellos momentos, dentro de mi propio infierno era incapaz de intuirlo, pero la realidad es esa…

El principio de todos mis males estaba dentro de mi mente, en el interior de mi subconsciente, navegando en mis neuronas con el firme propósito de materializarse en problemas.

Luego, cuando la raíz había ya cogido fuerza, lógicamente tomó el camino más fácil para crecer, y se fue alimentando de todas mis debilidades, tristezas, inseguridades, miedos y complejos.

También hay que decir que pudo echar hasta flores debido a que el mundo que me rodeaba se cubrió de nubes tormentosas y vientos huracanados que hicieron de buen abono, para lo que empezó siendo una diminuta raíz.

Es lógico, que cuando uno se encuentra en baja forma no esté preparado para lidiar Mihuras, y es bastante probable que intentándolo uno pueda llevarse más de un revolcón e incluso alguna cornada (a saber, de qué gravedad).

¿A qué me refiero con tanta retórica?

A algo muy simple que a veces se transforma en todo un acertijo chino.

Ahora, que han pasado meses desde entonces, soy capaz de ver (y aceptar sin morirme de vergüenza) que en aquellos momentos no me sentía feliz conmigo misma, no tenía seguridad en mí, dudaba de mi propio valor como persona en todas las facetas de mi vida y, para intentar romper todos estos conceptos buscaba en los gestos, palabras y acciones de las personas que me rodeaban a diario (familia, compañeros de trabajo, amigos, personas de mi entorno) «algo indeterminado» que significara que esas personas eran felices conmigo y apreciaban positivamente mi valor (cómo compañera, amiga, pareja, hermana, mujer, familiar, etc..). En caso de no encontrar ese ‘algo indeterminado’ en la interacción con esas personas de mi entorno, todas mis sensaciones negativas hacia mí misma se confirmaban, agrandaban y además se transformaban en una realidad absoluta dentro de mí, haciéndome sentir cada vez peor.

‘Si alguien no me demuestra con sus palabras, gestos, acciones ALGO POSITIVO hacia mi persona, es que NO VEN nada valioso en mí y si no lo ven es que NO LO HAY o no soy capaz de demostrarlo’.

ESTO, al final era la premisa que desde el subconsciente regía mi día a día.

Ahora veo que es absurdo, ridículo y sin sentido querer medirse a uno mismo, utilizando como instrumento de medida la reacción de las personas del entorno.

Entre otras cosas, ni siquiera esas personas son conscientes de qué valor estoy dando a sus acciones, palabras y gestos. Además de qué cada cual demuestra lo que quiere, cuando quiere y de la manera qué quiere siendo posible (y totalmente probable) que mis deducciones sean erróneas e infundadas.

Hay gente, que NUNCA demuestra nada, aunque internamente sienta mucho. Y por el contrario, hay quien demuestra mucho algo que en realidad NO siente.

La sinceridad no está garantizada en ningún caso.

Además de esto, no siempre las personas demostramos algo tan sólido como el valor que le damos a alguien en gestos, palabras y acciones cotidianas.

Eso al fin y al cabo es el transcurso del día a día, la rutina…

No se debe intentar sacar conclusiones tan determinantes de situaciones tan vagas, y mucho menos hacer con ellas juicios de valor sentenciados con condenas tan duras.

En fin, cómo se puede comprobar por lo que cuento, yo misma hacía de juez y verdugo, deduciendo (según mi criterio y en base a pruebas inventadas, además de razonadas a mi manera), que todas las personas que me rodeaban en ese momento vital, estaban de acuerdo en demostrarme que YO NO TENÍA DEMASIADO VALOR EN SUS VIDAS.

¡Toma ya!

Y todo ello, sin anestesia.

Está claro que SOY MUY DURA CONMIGO MISMA y podría incluso considerarme MI PROPIO HATER.

El tema es que ahora lo pienso con tranquilidad y en realidad NADIE estaba demostrando algo (ni bueno ni malo). Cada una de las personas de la que yo sacaba conclusiones, estaba haciendo su vida, actuando normalmente en un momento compartido, pero sin más sustancia.

Lo veo desde la distancia y pienso: es tremendamente egocéntrico poner todo a girar en torno a uno mismo, para luego actuar de forma tan auto-fustigante.

Creo que el subconsciente es un estado complicado en el que no rigen la coherencia, ni nada que se le parezca, y por eso es tan difícil de manejar cuando decide aparecer.

La verdad es que, a día de hoy, no tengo ni idea cual fue el motivo o razón por la que mi subconsciente se despertó, salió de su cueva y puso patas arriba mi autoestima, que hasta ese momento parecía estar sana.

¡No tengo ni idea!

Lo que sí sé es que me costó muchos momentos de tristeza, llanto, dudas, miedos y pensamientos autodestructivos. No sólo eso, además como aliño a tantas emociones oscuras, el cuerpo decidió ponerse a vibrar en la misma onda y decidió llamar mi atención con dolores, molestias y una interesante hernia discal que desde entonces me acompaña.

¡Muy sabio el cuerpo, a la vez que cruel, no?

¿Qué he aprendido de todo esto?

1.- Debo valorarme a mí misma de una manera justa.

2.- No debo ponerme en el centro del universo y debo dejar de valorar todo lo que ocurre en base a mí. Hay demasiadas cosas que ocurren a mi alrededor y que no tienen ni origen, ni destino en mí.

3.- Debo respetar las acciones de las demás personas, sin adornarlas con mis deducciones. Cada persona actúa libremente con sus propias intenciones o incluso sin ellas. En algunas ocasiones esos actos irán acompañados de juicios de valor, en otras no; pero incluso cuando esos juicios de valor existan y sean claramente hostiles hacía mí, esas personas están en su derecho de ejercitarlos y yo de tomarlos en cuenta o no.

4.- Las críticas son útiles. En ocasiones nos muestran defectos propios que pueden ser trabajados para mejorar la versión, en otras ocasiones nos muestran el impacto que tienen nuestros actos en los demás y en otros casos nos sirven para aprender.

5.- No debo magnificar situaciones qué realmente son insignificantes, sino que tengo que analizar esas situaciones honestamente y buscar soluciones coherentes, sin dramatismos ni fustigamientos. Con coherencia y sin emociones dañinas, se toman mejores decisiones.

6.- En caso de tener dudas sobre lo que piensa, siente o cree alguien de mí, lo más sencillo es preguntar directamente y no sacar conclusiones absurdas de gestos, palabras o actos que esa persona haga. Puede darse el caso de que una muestra de hostilidad de esa persona, tenga su origen en algo que le esté sucediendo directamente a él/ella y sea totalmente externo a mí. En ese caso, puedo preguntar para confirmar la situación y ofrecer mi apoyo/ayuda.

7.- Ni la tristeza ni la felicidad permanecen eternamente. En la vida pasamos por estos estados de forma alterna, y por tal motivo debemos estar preparados para afrontar la desdicha de la mejor manera, y disfrutar la felicidad sin coacción. Tanto lo alegre como lo triste pasará de largo por mi vida y es algo inevitable. Lo que está en mi mano es no alargar innecesariamente los periodos de tristeza, ni empequeñecer u obviar el valor de los periodos felices.

Creo que con estos 7 puntos llega el momento de concluir con la entrada ‘Momentos malos… ¡Buenas lecciones!

Os he contado todo con tanto detalle, que quizá se está alargando mucho el artículo. ¿verdad?

Si todavía sigues leyendo, gracias por dedicarme tu atención y tiempo. La entrada de hoy tiene mucho toque personal y quizá no sea demasiado útil pero a mí me hacía falta hacerla.

Ya que estás todavía leyendo… Qué tal si valoras la entrada con la cantidad de estrellas ✰✰✰✰✰ que creas pueda merecer. ¡Muchas gracias!

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