Amargura, Mala leche, Grosería…¿Enfermedades contagiosas?

Hoy por hoy, cada vez que cualquier persona se dispone a interactuar con la propia vida se expone al riesgo de contraer enfermedades.

Según los estudios al respecto, las enfermedades humanas pueden ser de múltiples tipos: bacterianas, virales, parasitarias, por deficiencias nutricionales, causadas por agentes físicos y químicos o bien por irregularidades del funcionamiento interno del propio cuerpo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) informa que todos los días aparecen nuevas enfermedades y por ello se hace prácticamente imposible cuantificarlas en un número concreto.

En realidad el interés de mi entrada no va tanto hacia el punto de la salud física… sino que caminando por el sendero de la ironía quiere ahondar en la repercusión que algunas actitudes de ciertas personas pueden tener en los demás.

Todos topamos a diario con algún individuo que da muestras de desencanto con la vida.

Se trata de hombres o mujeres que en un contacto inicial y sin ningún motivo aparente, nos brinda sus gestos más hostiles o una comunicación cargada de antipatía, tirantez, grosería, mala leche o amargura.

Seguro que esto NO te suena a chino ¿Verdad?

Posiblemente en más de una ocasión tu simpatía, tu deseo de ayudar, ese carácter amable y positivo con el que acompañaste tu día, se contaminaron con la mala vibra de esas persona resentidas.

Incluso puede ocurrir que después de compartir espacio y el tiempo con algún sujeto desangelado, de tu cara se borre la sonrisa y en su lugar aparezcan muestras de frustración, indignación e incluso enojo. De repente la actitud alegre, cordial, sociable y gentil que mostrabas hasta ese momento, se ve amenazada por la sensación que te ha dejado el momento incómodo que acabas de experimentar.

En definitiva tu universo de calma y buen rollo está en peligro y puede llegar a transformarse en justo lo contrario.

Mal Humor

Hay veces que la suerte nos acompaña y somos capaces de torear la situación con destreza y soltura…

¡Falsa alarma! ¡Sólo ha sido una pequeña molestia! ¡No hay porqué perder el control ni la alegría!

¡Ole, ole y olé!

Hemos sido sometidos al virus de la mala leche, de la amargura o de la grosería y nuestros anticuerpos han reaccionado perfectamente, devolviendo la sonrisa a nuestro rostro y manteniendo el grado de armonía en nuestro entorno.

Pero no siempre es así.

En ocasiones nos pilla con la guardia baja, desprevenidos, con algún pequeño runrún dando vueltas por nuestra cabeza que nos hace ser vulnerables a esta bacteria dañina del mal humor ajeno. Y es en esos momentos de debilidad cuando…

¡Zas!

Casi sin percibirlo el virus, la bacteria, la química de la mala leche o la física de la grosería invaden nuestro ánimo y transforma el buen talante en apatía, desgana, fastidio, hastío, desilusión, cabreo y brusquedad.

¡Ya estamos infectados! ¡Estamos contagiados!

Después de esto el peligro aumenta, las personas que nos rodean o que por cualquier motivo tienen que relacionarse con nosotros: compañeros de trabajo, familiares, amigos, clientes, dependientes del supermercado donde haremos la compra, una peatón que nos pregunta por una calle que no encuentra, etc, etc…

¡Todos están expuestos!

Les pasará como nos acaba de pasar a nosotros, en alguna ocasión puede que logren esquivarlo o por el contrario esta enfermedad eche raíces en ellos también.

En tal caso, se repetirá la misma historia con personas diferentes una y otra vez, agrandando el círculo de influencia de esta rara enfermedad contagiosa a la que ningún habitante de este planeta teme y contra la que, a día de hoy, no hay vacuna ni antídoto.

Cómo todo en esta vida: «Más vale prevenir, que curar»

Eso que tanto me repitió mi abuela de pequeña…

La mejor manera de prevenir es pensando que la batuta de nuestro actitud positiva ante la vida la tenemos entre nuestros dedos, y no debemos permitir que la intención claramente expuesta de una persona desangelada haga sonar una música a nuestro alrededor que no es la que queremos escuchar.

Es triste comprobar que tus semejantes no son felices, y por eso se muestran desagradables, pero no es ni sensato ni coherente dejarnos contagiar por ello.

Se tu mismo la cura de esta enfermedad.

La mejor medicina la alegria

En cuanto notes algún indicio de persona infectada, ponte alerta y prepárate mentalmente para no ser vulnerable.
Si te es posible intenta demostrar al que tiene como objetivo desestabilizar tu templanza, que tienes la sonrisa bien adherida a la cara.

Entre todos podemos conseguir erradicar estos virus…

Acuérdate de estas palabras la próxima vez que te veas amenazad@.

Sonrisa

Sin Valorar

Por favor, valora esta entrada

7 comentarios en “Amargura, Mala leche, Grosería…¿Enfermedades contagiosas?”

  1. Cuánta razón tienes, Ángela; hay veces que es difícil sustraerse a esas malas influencias pero hay que ser honrados y dar a cada cual lo suyo: que se quede con su amargura, que es suya, y yo con mi alegría y positividad, que nadie me la quite.
    Una gran sonrisa y un mayor abrazo como vacunas.

  2. Genial post, Angela. No podría estar más de acuerdo en todo lo que argumentas. Las personas somos como espejos unas de otras y tendemos con mucha facilidad a imitar los comportamientos que vemos en los otros. Como tú bien dices, es un efecto de contagio y el mejor antidoto para la mala leche de los demás, siempre es descolocarlos con una sonrisa incondicional y no entrar en su juego de mal rollo. Un abrazo!.

    1. Gracias!! Las sonrisas son la mejor defesa casi para cualquier cosa. Y lo mejor de todo son antiarrugas 🙂 Si sonríes no frunces el ceño, jajajajaja

      ¡Qué tengas un gran día!

  3. Pues si,a todos y a cada uno de los humanos nos a pasado eso y a menudo que es lo peor pero bueno poco a poco podemos aprender de ello e intentar mejorar, buen post pues me a echo recordar momentos en los que me a pasado a mi jajaja

    1. Es muy habitual caer en esas redes. Te levantas feliz como un ocho y después de tratar con un par de ogros te encuentras echando sapos y culebras por la boquita sin ningún motivo. ¡Stop! Pensemos un segundo antes de dejarnos llevar… 🙂

  4. Interesante reflexión en tiempos de coronavirus; si es gente desconocida pasas y ya está, pero cuando lo hace gente a la que quieres suele doler, no somos de piedra. Y ahí tienes que decidir si decir ahí te quedas ó esa actitud negativa es fruto de algo puntual y entonces como necesitas ayuda ahí estoy aunque hayan respuestas o silencios recibidos que hagan daño y de que todos tenemos un límite y llegados a él te quedas sin argumentos y con la sensación de que intentarlo quizás no ha sido suficiente y de que quizás te falta información para tomar la decisión correcta . Aunque no recibas gratitud tampoco es algo que busques, sólo quieres hacer lo mismo que te gustaría que alguien hiciera o hubiera hecho por ti en una situación similar. Ser uno mismo creo que es la mejor receta, intentar contagiar alegría. Incluso en estos días de pesimismo generalizado creo que se puede y se debe.

    1. ¡Hola! Gracias por la visita al blog y leerte esta entrada. La verdad es que la escribí hace tiempo atrás y hoy la he releído por tu comentario y sinceramente ahora estaría de máxima actualidad. ¡Jejeje! Si me permites te daría un pequeño consejo (y de paso me lo quedo también para mí que puede que también lo necesite) y es que ten en cuenta que nos encontramos en tiempos extraños, viviendo situaciones inesperadas, adaptándonos a cambios en nuestro que hacer diario, encerrados en nuestras casas, sin posibilidad casi de liberarnos del estrés y de los agobios diarios, etc.. etc… ¡No todos tienen aguante para tanto! La paciencia se acaba, los nervios salen a pasear, las actitudes a veces no son tan positivas y aparecen muestras de desconsideración entre los que están más cercanos. ¿Agradecimiento? A las personas se les olvida ser agradecidas. O lo son a medias. Y no se plantean ‘ni mucho menos’ que lo que tú das con alegría, también te gustaría recibirlo de igual manera.
      ¡No te machaques! No aceptes esas trazas de desconsideración y las hagas un regalo para tu persona.
      Si ves que tú necesitas una compensación… puedes dátela tú a ti mism@. ¡Hazte un regalo! ¡Mímate! ¡Regálate una sonrisa frente al espejo!
      Y todo eso que te ha molestado de esas personas cercanas intenta dejarlo aparcado para resolverlo en otro momento, cuando veas posible un diálogo tranquilo. Siempre hay un momento tonto en el que se puede hablar de todo y todo queda resuelto. ¡Tú puedes! En fin, reitero mi agradecimiento por tu visita al blog y te invito a que te pasees por el cuando quieras. Espero que haya más entradas de tu agrado. Un abrazo… virtual 🙂

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

suscríbete